martes, 11 de septiembre de 2012

"Se amontona el trabajo" por Antonio Valdivia


Hay días en los que el volumen de compromisos es tal, que no sabe uno por dónde empezar.  Todo parece prioritario y termina uno bloqueándose.  Tal parece el caso nuestro Gobierno.  Son tantos y tan graves los frentes a atacar que ni ellos mismos se aclaran.

¿Clamé al cielo y no me oyó!, eso parece decir De Guindos cuando está en la UE blandiendo las medidas tomadas hasta ahora y requiriendo la ayuda urgente de los socios.  Lo curioso del caso es que los socios andan tan mal, o peor, que el desesperado ministro.  Así que como dice el refrán, “se junta el hambre y las ganas de comer”.
Que si los mercados nos atacan, que si Grecia no termina de formar gobierno, que si los calificadores de deuda, que si los bancos y las cajas, que si una posible intervención, que nacionalizar, o para más inri, un posible “corralito” español.  Todo, mangas por hombros.
Se suman al baile los comentaristas y especialistas extranjeros con artículos demoledores a los que en las distintas tertulias, radiofónicas, o televisadas, corrigen o critican, o se suman, dependiendo del caso y de las tendencias políticas de cada cual.  Todo un espectáculo de la angustia y la desesperación.
Al parecer ninguno se pregunta la razón de tan desesperada situación, que no es otra que vivir por encima de nuestros posibles durante muchos, muchos años.  Hoy cada euro que tenemos en la mano, lo debemos, cosa que al parecer nadie quiere aceptar.  Hemos vivido “apalancados”, término utilizado en economía para indicar que con un porcentaje del total, podríamos disponer del mismo total.
¿Quién puede vivir debiendo el 90% de lo que gana?, ¿Quién puede soportar, año tras año, vivir con créditos para poder pagar los créditos anteriores?  Es la quiebra asegurada, y señores, eso es lo que estamos padeciendo y la causa del desconsuelo de nuestro ministro De Guidos y de España.
Ni los mercados, ni Europa, ni ninguna otra ilusión o culpa, es la causante de nuestra situación, es sencillamente que hemos gastado mucho más de lo que tenemos y producimos, y que esa ilusión de poder económico, ha sido alimentada por los mismos políticos que nos gobiernan, sean del color que sean.  Conjetura ésta, muy bien aprovechada por bancos y cajas en su afán de usura y propio beneficio fácil, hasta que la cuerda no da para más.  Tan apetitoso era el pastel, que bien se han encargado esos políticos de copar los consejos de administración de las instituciones financieras, haciendo de su capa un sayo.  Abusando, gestionando en beneficio propio o de parte, colocándose sueldos astronómicos, jubilaciones de oro, mientras al pobre ciudadano y al pobre empresario los están masacrando a impuestos, tasas y burocracia infinita.  Todo, menos tocar sus privilegiados status.
Para más desgracias, padecemos de un Estado simbólico formado por 17 estaditos egoístas y centrífugos, llenos de apesebrados, de enchufados, de amigotes y socios del partido, en los cuales prima su particular visión local, por encima de la idea nacional, que nadie parece defender o alentar.
No es de extrañar que nos miren con desconfianza, que seamos el centro de las críticas mundiales, que no quieran ni vernos, dado el desastre de organización territorial, jurisdicciones distintas, mercados distintos, lenguas impuestas, persecuciones a quienes no piensen como el gallito del corral de turno.
Así que el panorama no es nada alentador, la juventud sale por miles del país, aquí  no hay nada que hacer, quedaran los funcionarios y los apesebrados de la subvención, los viejos y los niños de teta, que ya son pocos.  ¡Como traer uno a este patio de corrala!
Y como decía, el trabajo se amontona debido a las urgencias y a la asfixiante situación financiera y económica, pero nadie dice la verdad, nadie ataca de raíz el problema, nadie le mete mano al inmenso gasto que supone este estado de 17 estaditos con sus correspondientes gallos y gallineros.
Os lo habéis gastado todo y pasaremos años para reparar el daño que a todos nos habéis causado, sin que hasta ahora se os vea intención de rectificar en nada.  No se puede vivir siempre endeudados y con la soga al cuello.

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