Es
fundamental que nuestros argumentos tengan coherencia lógica si nuestro
objetivo es el entendimiento con nuestros semejantes
Hace
muchos años, en cierta ocasión, el que era entonces vicepresidente del
gobierno Alfonso Guerra enseño el plumero y mostró su verdadera cara
causando un enorme revuelo mediático. Sin ningún pudor no se le ocurrió otra
cosa que soltar, en medio de todos, una de las afirmaciones más tristes,
desafortunadas y pavorosas que se pudieran espetar en aquellos delicados
momentos iniciales de nuestra democracia: “Montesquieu ha muerto”.
Con
ello quería decir que ya que Felipe González había obtenido una mayoría absoluta
aplastante pues que nos fuésemos olvidando del estado de derecho. No cabe duda
que fue sincero; eso sí, después de ganar las elecciones.
La
reacción de medios y políticos en aquel momento fue rasgarse las vestiduras y
ponerlo de vuelta y media. A toro pasado, me pregunto si aquellos ríos de tinta
y críticas eran sinceras o no. Lo que sí es cierto es que el partido socialista
puso la primera piedra. Después, los demás se plantearon: ¡oye! Pues ¿por qué
no me subo yo también al carro? “Matemos todos a Montesquieu y que jamaś
levante la cabeza...”
En mi
opinión, ese fue un punto importante de no retorno. El PSOE abrió la veda para
que su partido político disfrutara de un amanecer donde no iba a tener normas
que acatar, las pocas que tuviera se las pudiese inventar; y ni siquiera tener
que cumplir con ellas si se daba el caso. Ese luctuoso suceso nos condujo a la
barra libre de corrupciones, despilfarros y todos los cánceres que han
destruido nuestra democracia y nos han arruinado a los ciudadanos, que no a los
políticos, sindicatos, etc.
Y no,
no es sólo por la crisis mundial. Hemos sufrido también una crisis interna no
menos devastadora y no sólo económica, sino también de valores e identidad
cuyos efectos no dejaremos de padecer si no ponemos remedio.
Desgraciadamente,
esta situación fue la crónica de una muerte anunciada porque antes habíamos
aprobado una constitución que dejaba no una puerta abierta, sino todo un arco
del triunfo donde ese tipo de tropelías pudieran desfilar triunfantes sin
crítica ni oposición.
Para
el profesor y periodista Roberto Abadía, la “Constitución del 78 prefirió
sustituir la división política del poder por la división social de los poderes
del Estado …La transición española instituyó una monarquía de partidos. Y
estructuró un parlamentarismo con una mera separación de funciones. El difuso
límite entre la función ejecutiva y la legislativa nos permite advertir que el
verdadero poder no reside en ninguna de ellas, sino en la cúpula del partido
con más votos. .. ” ( i )
Este
pequeño detalle es el que permitió mandar al cadalso a Montesquieu sin juicio
previo ni nada, porque para el filósofo y ensayista ilustrado el Estado de
Derecho se fundamentaba en tres pilares: los poderes ejecutivo, legislativo y
el judicial; y una de las principales funciones obligadas a cumplir cada uno de
ellos, y siempre sin remisión y en constante divorcio entre sí, era la de
permanecer en perpetua tensión. Debían desconfiar permanentemente el uno de los
otros dos para vigilarse entre sí y evitar los excesos en el poder de
cualquiera de ellos.
Otro
de los pequeños detalles que también contribuyó al ostracismo de Montesquieu
fue el sistema proporcional de listas, que en nuestro caso son cerradas y
bloqueadas, pero que como muy bien apunta el profesor Abadía poco importaría
que estuviesen abiertas y desbloqueadas, ya que el verdadero poder consiste en
incluir a los candidatos en las listas, no en la posibilidad concedida al
votante de rechazar a alguno de los incluidos
Así
que el chocolate estaba servido. Los políticos, fuesen honrados o no, han
acabado en el triste papel de servir fielmente al jefe de su partido a cambio
de unas prebendas que en más ocasionases de las deseadas, por su perfil
formativo y humano, difícilmente habrían obtenido en la sociedad civil
Por
todo lo anterior, necesitamos urgentemente un balón de oxigeno: de momento el
contrapeso al poderío avasallador conquistado por la Casta Política es la participación activa de los ciudadanos en
política. Para ello no estamos faltos de herramientas: Redes Sociales,
periódicos, tanto papel como digitales, Blogs, cartas a representantes y
autoridades políticas, peticiones públicas, participación activa dentro de los
partidos por parte de quienes militen en ellos, creación de webs críticas, y
también la convocatoria de movilizaciones y manifestaciones públicas. Es
fundamental en una situación como la que vivimos que cada ciudadano se sienta
partícipe y corresponsable.
Sería
un primer paso a fin de recuperar algo del poder que se le arrebató al pueblo.
Éste es uno de los motivos por los que la Red de Blogs Comprometidos ha realizado un simulacro de
e-democracia; aplicado concretamente al espinoso asunto de qué hacemos ahora
con las autonomías. O más bien, de plantear civilmente la cuestión a instancias
superiores mediante la presión ciudadana. Por lo tanto, en nombre de todos mis
compañeros, me permito sugerirles y pedirles, que si no lo han hecho voten una
de las opciones; y si no les gusta ninguna de ellas no voten nada, pero
expongan sus motivos y valoraciones en los apartados de comentarios a final del
post. Quien sabe: puede ser la primera piedra que haga de contrapeso a la que
puso Alfonso Guerra en nombre de su partido haciendo un “mal uso” del poder que
el pueblo le había confiado.
Vicente
Jiménez
Frases
célebres de Montesquieu
·
Cuando
un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin notarlo.
·
Para
ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella.
·
No
hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor
de la justicia.
·
El
hombre de talento es naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas
que los otros hombres y las ve mejor.
( i ) Roberto Abadía, Mando a Distancia - Herramientas Digitales
para la Revolución Democrática, Editorial Manuscritos. Seg Ed 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario