10/09/2012
Protestas, huelgas de hambre y boicots frenan en la metrópoli la implantación de la asignatura Educación Nacional
Lo que queda del cabello de Linda refleja bien el sentir que ha llevado a la población de Hong Kong a manifestarse como pocas veces ha hecho en su historia para doblegar al Gobierno. Esta mujer decidió el miércoles raparse la cabeza en el centro de la antigua colonia británica, frente a centenares de manifestantes, y solo dejó el pelo necesario para dibujar dos ideogramas que provocaron una gran ovación: ‘fan xi’, literalmente ‘contra el lavado’. Porque muchos consideran que la asignatura de Educación Nacional, que Pekín quiere imponer en la ciudad que acuñó el lema «un país, dos sistemas», no es más que un intento de lavar el cerebro de niños y adolescentes.
Los libros de texto ensalzan al Partido Comunista y promueven tanto la unidad nacional como un patriotismo que los detractores de esta peculiar ‘Educación para la Ciudadanía’ tachan de rancio y autoritario. «No se debe decidir qué deben pensar los estudiantes, sino enseñarles a pensar por su cuenta. Me alegra ver que la juventud se ha movilizado por esta importante causa», dijo Jonathan London, un profesor de la City University, frente a la muchedumbre que se concentró frente a la sede de Educación, en Admiralty.
La opinión de este docente es compartida por miles de residentes. Hasta 120.000 se manifestaron el viernes frente a la sede del Gobierno, y casi 10.000 han acampado cada noche, durante los últimos diez días, en la plaza Tamar. Una docena de personas ha ayunado durante este tiempo, y a los ‘indignados’ de Hong Kong se ha sumado incluso el activista de la plaza de Tiananmen, Wang Dan, que anunció en Twitter un ayuno de 24 horas para mostrar su solidaridad con el movimiento.
Su fuerza provocó la cancelación del viaje que el jefe del Ejecutivo, Leung Chun-Ying, tenía previsto realizar la semana pasada al puerto ruso de Vladivostok para participar en la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Y, aunque en un principio no tenía ninguna intención de hacerlo, el sábado por la noche el primer ministro anunció su derrota: Educación Nacional no será obligatoria. En víspera de las elecciones parciales que celebró ayer la excolonia para elegir a 35 miembros del 5º Consejo Legislativo -el particular parlamento de la ciudad-, Leung dio su brazo a torcer.
No es exactamente lo que exigen los manifestantes, pero sirvió para que ayer por la mañana desalojasen la plaza del Gobierno. «Nuestra ocupación del edificio gubernamental termina ahora, pero nuestra lucha continuará hasta que se elimine la asignatura», aseguró Josua Wong, que, con quince años, se ha convertido en uno de los líderes estudiantiles de las protestas.
En Hong Kong saben perfectamente que su libertad tiene los días contados. La cuenta atrás comenzó cuando en 1997 se arrió la Union Jack del Reino Unido y las tropas chinas marcharon, triunfantes, por la ciudad. China se comprometió a mantener el estatus especial del centro financiero durante 50 años, hasta 2047, y muchos avanzaron que, para entonces, sería la china continental la que se parecerá más a Hong Kong, un territorio en el que se respetan la mayoría de las libertades individuales y los derechos humanos, que viceversa. Incluso hay un calendario para celebrar elecciones generales por sufragio universal, pero el optimismo está desapareciendo.
«Es evidente que, con la introducción de la Educación Nacional, Pekín está preparando a las nuevas generaciones para que acepten la tiranía de su sistema político y social sin presentar oposición alguna», cuenta el profesor de Secundaria C.Y. Lee. «Quienes están a favor del nuevo programa educativo se escudan en la deriva moral que sufre nuestra sociedad, pero no veo necesario mezclar valores éticos, que sí debemos promover con más fuerza, con lo meramente político. Desafortunadamente, la libertad en Hong Kong se va erosionando, y la esperanza de que algún día podamos disfrutar de un sistema democrático cae en el terreno de la utopía».
Orgullo
Ahora, las escuelas pueden adoptar libremente la asignatura, que tiene como objetivo oficial «potenciar la identidad nacional», y ya no será obligatoria en 2015. Cada centro puede decidir cómo la imparte, pero tiene que introducir los elementos patrióticos de la discordia. «El problema es que tampoco está claro cuál es el objeto de estudio más allá de mostrar amor hacia la patria. El sentimiento de orgullo hacia el país de uno es algo que se debe dejar que llegue de forma espontánea. Si no surge es porque algo falla, y, evidentemente, no es algo que se pueda forzar», se queja Chen Chi-Yin padre de un estudiante de primaria que exige al Gobierno que consensue el plan con la población.
Wong Kit-Yip, madre de un niño en cuya escuela ya se ha comenzado a impartir Educación Nacional va más allá. «No permitiré que mi hijo estudie propaganda china, y ya le he pedido que lleve la Biblia a clase y la lea en vez del libro de texto». Sin duda, la tensión es muy elevada, y en su aumento también tiene que ver el impacto que tienen los turistas chinos, cuyo número crece tan rápido como cae su reputación.
Coincidiendo con la introducción de la polémica asignatura, el Ejecutivo de Leung ha relajado la normativa que regula la llegada de visitantes de la China continental. Actualmente, la mayoría de los residentes chinos necesitan un permiso especial para entrar en Hong Kong, pero cada vez es mayor la lista de ciudades que no lo requieren, y muchos muestran su preocupación porque «Hong Kong puede convertirse en un territorio como Tíbet, donde la identidad local se diluye por la avalancha de chinos». Muchos son turistas, pero no faltan inmigrantes ilegales que buscan fortuna.
Según estadísticas oficiales, cada día 17.000 estudiantes cruzan la frontera que separa la ciudad china de Shenzhen de la antiguo territorio británico para acudir al colegio. «Vienen porque consideran que nuestra enseñanza es mejor», explica C.Y. Lee. «¿Qué sentido tiene entonces hacerla más parecida a la de China? Esto no es lo que teníamos en mente cuando nos hablaban de integración. Es una avalancha que conlleva una regresión en toda regla, y hay que rebelarse contra ella».
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