martes, 10 de abril de 2012

España e Italia: asistencia financiera o rescate

Una de las cuestiones más debatida en las últimas semanas es si España necesitará ser rescatada o intervenida por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (la Troika). 

Los países que no son capaces de financiar sus gastos e inversiones con su ahorro interno dependen de los inversores internacionales que sólo invertirán si el binomio rentabilidad riesgo es adecuado. El rescate financiero o intervención se produce cuando un estado es incapaz de hacer frente a sus obligaciones financieras ya contraídas, o cuando el coste de sus emisiones de bonos en el mercado es tan elevado que hace inviable la sostenibilidad de sus finanzas públicas. 

En los dos últimos años hemos asistido a cuatro rescates: Grecia, por dos veces; Irlanda; y Portugal. Cada uno de estos países ha recibido una línea de financiación de varios años de duración que les permite no tener que emitir bonos en el mercado a tipos muy elevados. Como contraprestación, la Troika les ha obligado a cada uno de ellos a realizar severas reformas estructurales de su economía y a plantear un severo ajuste de sus cuentas públicas. A modo de ejemplo, la reforma laboral promovida por la Troika y aprobada por el parlamento portugués es mucho más contundente que la reforma planteada en España. Entre otros aspectos, la indemnización por despido se reduce a sólo diez días.

La evolución de las economías intervenidas ha sido dispar. Grecia ha incumplido sistemáticamente los acuerdos alcanzados con la Troika. Pese a ello, ha ido recibiendo los pagos periódicos acordados e, incluso, se ha aprobado un segundo rescate. La situación griega tiene difícil solución. Su problemática no es nueva. Basta leer un informe sobre la economía griega de 1856 para constatar que sus problemas actuales los lleva arrastrando más de 150 años. Sólo habría que cambiarle la fecha al informe para que tuviera plena validez a día de hoy: inexistencia efectiva del Estado; elevada corrupción; incapacidad para recaudar impuestos; despilfarro...

La evolución de Irlanda desde su forzada intervención ha sido claramente positiva. Irlanda fue intervenida para rescatar a los bonistas de sus bancos: principalmente inversores británicos, alemanes y franceses. El ajuste realizado en su economía ha sido drástico y los efectos positivos se empiezan a dar frutos tras enormes sacrificios.

Portugal debería volver a emitir bonos en el mercado en 2013. Pese a la profundidad de los ajustes y las reformas emprendidas, parece inevitable que necesite otro rescate el próximo año. La duda radica en si dicho segundo rescate irá asociado a una quita de la deuda pública existente o no. 

España e Italia no han sido rescatadas ni intervenidas, pero desde agosto pasado han estado recibiendo asistencia financiera. Sólo la compra de deuda española e italiana por parte del BCE evitó que los tipos de los bonos de estos dos países se fueran a niveles insostenibles. Dicha intervención del BCE fue acompañada de las famosas cartas a los gobiernos españoles e italianos solicitando reformas, consiguiendo algo insólito como la modificación de la intocable constitución española en apenas un mes para la introducción del límite de déficit en la misma. 

Las subastas del BCE de diciembre y enero por un billón de euros, con los bancos italianos y españoles como principales beneficiarios, han evitado una situación dramática en ambos sistemas bancarios, que habrían sido incapaces de cubrir sus vencimientos, y, a su vez, ha permitido que las entidades financieras sean los principales compradores de la deuda pública de sus respectivos países. 

Al igual que en los países rescatados, la asistencia financiera a España e Italia exige contrapartidas:ajuste del déficit público y reformas estructurales que permitan volver al crecimiento. 

Ni España ni Italia son libres de acometer las políticas económicas que consideren oportunas. Mientras requieran de la asistencia directa o indirecta del BCE nuestros socios y acreedores seguirán exigiendo las lógicas contrapartidas a la ayuda recibida. Por muchos sacrificios y "pérdida de derechos adquiridos" que suponga, la alternativa es todavía mucho más dolorosa, sobre todo para las clases más desprotegidas de la población. No entender esta situación y querer mantener la insostenible situación que nos ha llevado a necesitar la asistencia financiera recibida no puede conducir a nada bueno. 


Por: Jesús Sánchez-Quiñones 

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