viernes, 27 de abril de 2012

Con la hucha a cuestas

Menor paga semanal, se acabó la ropa de marca, el smartphone tendrá que esperar, los videojuegos también, ya no habrá merienda en la hamburguesería, se suspenden los viajes... No hay que malgastar ni un céntimo. Los ajustes económicos (y la necesidad) en muchas familias aprietan a grandes y pequeños. 

En época de vacas flacas es momento no solo de restringir gastos para llegar a final de mes, sino también —y siempre que sea posible— de ahorrar algo por lo que pueda acaecer en el futuro. 

La actual crisis ofrece una buena oportunidad para entrenar a nuestros hijos en la cultura del ahorro, algo que se había olvidado durante los años de bonanza económica. Hemos educado niños y adolescentes demasiado caprichosos, reconocen los expertos. «Hay un alto porcentaje de niños que presentan muy baja tolerancia a la frustración. Según la edad, lo manifiestan con fuertes rabietas o exigen a los padres (a veces con cierta agresividad) cualquier capricho. Son niños que no han conocido el "no" y se creen con el derecho de ser siempre complacidos. Por eso, cualquier cultura que ponga límites racionales a sus demandas inmediatas, fomente el esfuerzo y demore la consecución de un objetivo creará personas con valores más sólidos y estables», asegura el psicólogo infantil Sergi Banus.

Falta de dedicación
Cuando la economía lo ha permitido, muchas veces los padres han compensado con regalos y bienes materiales su falta de dedicación a los hijos a causa de sus largas jornadas laborales o de sentirse culpables por una separación y otras pérdidas familiares.

Nadie duda de los beneficios que aporta la cultura del ahorro, una herramienta que los padres pueden aprovechar por su «tremendo valor educativo», como afirma Luis Carbonell, pedagogo y profesor de la Escuela de Familia de la Fundación Proforpa. Los niños aprenden a tomar conciencia del valor del trabajo, de las cosas, del esfuerzo, hasta incluso despierta en ellos su lado más solidario. «Desde muy pequeños tienen que ser conscientes de que también otros lo están pasando mal, e incluso peor», dice Carbonell. Según este profesor, ahorrar permite que los chicos se planifiquen sus caprichos y sus premios: «Por ejemplo, que aprendan a esperar tres meses para comprar un videojuego. Les hemos acostumbrado a que tengan todo y al momento, y de esa forma no les hemos dado capacidad para la frustración».

A partir de tres años
A partir de los tres años es la edad ideal para iniciarles en la cultura del ahorro, aunque se puede «empezar a hablarles de ello desde que son capaces de entendernos», señala Banus. Existe multitud de situaciones cotidianas que ayudan a adquirir estos buenos hábitos. Desde apagar las luces, no malgastar el agua o no desperdiciar alimentos... Y todos los expertos coinciden: lo mejor es pregonar con el ejemplo. «En los niños más pequeños resulta más fácil inculcarles estas costumbres. Son muy buenos observadores e imitadores, por eso el ejemplo lo deben dar los padres. Si los chicos ven que despilfarran, ellos harán lo mismo», sostiene Ángel Peralbo, psicólogo y director del área de adolescencia del Centro de Psicología Álava Reyes. 

La paga semanal
La paga semanal es otro recurso. Con esta asignación los hijos aprenden a administrar su dinero y a ahorrar pequeñas cantidades para sus caprichos. Nunca debe ser una cantidad excesiva, más bien escasa, y acorde con su edad. La paga tiene que cubrir los gastos que deseen los padres, pero también permitir cierto ahorro.

Establecer unas pautas de ahorro, que en estos tiempos conlleva también una reducción de gastos, puede convertirse en un reto en los adolescentes, sobre todo si hasta ahora han nadado en la abundancia. «Para ellos —afirma Peralbo— puede suponer un verdadero shock restringir aquellas cuestiones que les han parecido normales. El uso de móviles de última generación, los videojuegos, la ropa de marca... En los niños más pequeños, hasta la preadolescencia, el efecto no dura más que una rabieta. Sin embargo, la reacción en los adolescentes puede ser muy dura y costarles tiempo aceptarlo».

Adolescentes
Los jóvenes suelen manifestar falta de sensibilidad ligada a un sentimiento de frustración. Otras veces mostrarán que la situación no va con ellos, se enfadarán o no. Y los padres deben tener paciencia durante esta etapa ya de por sí difícil por los cambios que están sufriendo. Al final, cuando pase ese periodo de adaptación, el adolescente lo entenderá».

Los expertos aseguran que la crisis económica ofrece una oportunidad única para entrenar a los hijos en unos buenos hábitos de ahorro, ya sea desde pequeños (lo ideal) o corrigiendo conductas más derrochadoras cuando son mayores. Porque «el niño que aprende a ahorrar desde bien temprano será un adulto ahorrador», garantiza el psicólogo Ángel Peralbo.

M. J. Pérez-Barco/ABC

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